jueves, 31 de marzo de 2016

Pause

A veces aún lloro.Todavía lloras mucho. Mucho, ¿para qué?
¿Con qué otras cosas comparamos las cosas que prejuzgamos?
¿Qué realidad inventada nos puebla y condena
cuando apuntamos con ella al otro?


Todavía sueño contigo, con el que eres ahora. No con el que fuiste antes.
Vas cambiando por fuera.
De nombre, de pelo, de voz. Pero siempre eres el mismo.
Alejandro Sanz ya cantó esto, repito su idea.
Y si fuera ella.
Tú eres tú, siempre tú. Ahora un tú que no es el tú que fue antes.
Tú eres él. Siempre otro pronombre ajeno al yo y al nosotros.
Podrías haber sido ella, no descarto que lo seas.
Pero ahora eres un él. Un él imaginario
porque hace mucho tiempo que sólo existes
en mi cabeza.


Y en mis sueños.
Todavía sueño contigo, con el que eres ahora.


La otra noche iba montada en un AVE, asomada por la ventana.
Vivía el sueño desde dentro. Protagonista, no director.
Pasábamos por la estación de tu pueblo. Rápido.


Yo te buscaba y no estabas.
En todo el recorrido me acompañó la esperanza de que estuvieses
en el siguiente banco. Y otro banco.
Rápido, rápido.
Todos y uno tras otro.
Nada ni nadie en tu pueblo.
Desde la otra noche he contado este sueño tres veces,
tres veces lo conté con esta.
A mi madre, a mi amiga y esta.
Tres veces lo conté con esta.


Como en las jarchas.


yâ mamma mio al-habîbi
bay-sê e no me tornade
gar ke fareyo ÿâ mamma
in no mio 'ina' lesade



Las tres he llorado. Como en las jarchas.
Recordando el recuerdo que de ti tengo.
Peor aún.
Recordando que hasta en mis recuerdos empiezas ya
tal vez
a estar ausente.
Porque te fuiste hace tanto...
que creo que ya llevamos más tiempo sin estar
que habiendo estado.


Me consolaba tu estancia
en mi cabeza. Qué menos.
Que todavía me habitaras en algo.


Pero lo mismo,
quizá, puede ser,
cabe la posibilidad
quién sabe
tal vez
....
cabe la posibilidad
de que un día dejes de estar
en todas partes.
En todas mis partes. Como en las jarchas.


Y solo seas ausencia
total e infinita.
Y se me olviden tus cejas.
y la marquita que te salía en la mejilla
cuando te ruborizabas, que era poco.
Esa marquita,
que no era colorada
sino una hendidura chiquitita
y juguetona. Que jugaba a esconderse.
Que yo encontraba.


Y no puedo parar de llorar aferrándome a lo que aún recuerdo.
Porque en este tiempo, largo y carcelero, he olvidado
muchas cosas.
No recuerdo lo malo.
Incluso aunque me lo repita
como una descreída letanía,
no anida. Se me cae.
Se vuela como ceniza.
Polvo es y al polvo vuelve
y no anida.
Y me agarro con más fuerza a lo bueno,
para no ahogarme
en este hastío.
Lo bueno
que ya ni sé si existió
(sin punto ni final)


O también me lo he inventado.








No le he contado a nadie
que todavía
muchas veces
sigo esperando
que vuelvas.






Descansa en paz.



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