martes, 18 de enero de 2011

Amor fou

De momento sólo escribo para liberar el dolor, es un hecho. Se convierte en mí la labor en una necesidad suprema. O escribo o me ahogo, algo me asfixia. Es la aplicación terapeútica de la literatura, que la tiene.
Veo mi poca producción en los últimos meses, pareja a mi buena higiene mental. Me pregunto si sólo sé hilar palabras desde el Averno. Me pregunto si carezco de capacidad creadora o, más bien, si sólo puedo construir, acaso ya en ruinas, pensamientos ruinosos, desde la destrucción más absoluta. Me pregunto.

- ¿Leíste esa novela de Vargas Llosa? Qué maravilla, chica. Trata sobre un amor fou del que dicen los frenceses, un amor loco, un amor de esos destructivos...

¿Para qué sirve la literatura? Destructiva yo. La literatura ya no vale nada, en tanto en cuanto que no produce nada. ¿Para qué sirve la literatura? ¿Para qué la hace quien la hace? ¿Para qué la consumen quienes la consumen?
Yo ya no leo por leer. Ya no leo por placer. Leo lo que me sirve para algo, lo que creo que me resultará de utilidad. Me limito a leer libros de texto o libros de autoayuda.
Si el texto no cumpliese una finalidad concreta, especfica y casi material en tu vida, dime, ¿leerías o seguirías conectándote al iPhone en los ratos muertos, posadas de medios días?
Lo mismo dejé de leer por leer como estoy dejando de escribir. Lo mismo he acabado por mecanizarlo todo. Lo mismo he cambiado el "¿me quiere?¿no me quiere?" por el "me compensa o no me compensa...". Las niñas ya no quieren ser princesas, perdimos la ingenuidad román(t)ica, lo dijo Sabina hace ya treinta años. Ahí es nada. Otro filólogo. Románico.

Pero yo de niña sentía la emoción que produce leer historias bajo las sábanas, amanecer muy temprano el sábado, cuando aún el sol se esconde al otro lado, y abrir luz y libro a la par como quien destapa el cofre del tesoro. De niña entraba yo por la puerta de la biblioteca de mi colegio y me maravillaba del olor a papel almacenado. Y me agachaba para buscar en las estanterías más escondidas el libro que me estaba esperando sólo a mí. De adolescente recorrí, horas muertas, posadas de medios días, desiertas de aburrimiento, sembradas de dudas, librerías viejas, libros olvidados. Quizá por aquí repose el que me está esperando sólo a mí.
Porque una vez fui niña, niña desinteresada, me comprometo a leer y a comentar, al menos, la obra que hoy abrió en mí esta reflexión (productiva). A fin de cuentas.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Si es que el amor, si no es fou, no es ni fu ni fa...