domingo, 9 de enero de 2011

Tempus fugit

 Miraba la foto en la pantalla. La sonrisa, grande y toda la boca llena de dientes. Grandes y blancos. El gesto, conocido. Miraba la foto y la edad, los dos dígitos bien grandes llenando la pantalla. Como dos colmillos.
No era la cifra que se le había grabado a fuego, no eran las fotos que recordaba.
Se le vino la melancolía encima y se hizo de noche en su habitación.

Abre los ojos, enciende el pc y empieza a rastraer. Ya ha entrado la primavera, por la ventana abierta le llegan, ligeras, las risas de la calle. O tal vez sean sólo voces. Pero ya todo le suena a risa. Ante sus ojos, el muchacho se ha dejado retratar. Camiseta oscura, unas letras doradas impresas en el pecho, paredes azules, ojos claros, cabello brillante. Los brazos están cruzados en lo alto con las manos entrelazadas en la nuca. Los brazos, imponentes. Son imponentes o, al menos, a ella se lo parecen. Lo ha encontrado. Ya está: Sea.

 Vuelve al 30. Lo que se ha fugado es el tiempo. Lo que ya no vuelve es el tiempo. Lo que ha cambiado, lo ha cambiado el tiempo.  Tempus fugit, tempus fugit. Ella quiere salir corriendo detrás y los ojos la retienen al frente. Correr hacia otro lado, inmóvil la silla. Pero entre tanto huye, huye irreparable el tiempo,
mientras nos demoramos atrapados por el amor hacia los detalles...(Geórgicas de Virgilio).
Lo que ha pasado...es sólo el tiempo. Y los dígitos.
¿Y ya es la hora de decir adiós?




Ya es tiempo de decir adiós.

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