¿Y por qué siempre vuelves a llamarme, si al final siempre acabas echándome?
¿Y por qué siempre vienes tú?
Se miraron con los ojos llenos de demencia y él deseó, en un ataque de cordura, confesarse, confesarle
¿No ves que estoy loco? No vuelvas a venir.
El intento de reparación, en este caso, había resultado fallido.
1 comentario:
No estamos locos.
Solo nos desbordan las situaciones a veces.
Publicar un comentario