“¿A quién me quejaré del cruel engaño,
Árboles nudos, en mi triste duelo?
¡Sordo mar!¡Tierra extraña!¡Nuevo cielo!
¡Fingido amor!¡Costoso desengaño!
Huye el pérfido autor de tanto engaño,
Y quedo sola en peregrino suelo,
Do no espero a mis lágrimas consuelo;
Do no permite alivio tal tamaño.
Dioses, si entre vosotros hizo alguno
De un desamor ingrato amarga prueba,
Vengadme, os ruego, del traidor Teseo”.
Tal se queja Ariadna en importuno
Lamento al cielo; y entre tanto lleva
El mar su llanto, el viento su deseo. Juan de Arguijo (1567-1623)
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