ANIKUNI DAP
No tenía muy claro que fueses el siguiente hasta que anoche te conectaste y me enviaste una foto. Tantos años después. Entonces, al mirarte y reconocer lo que de ti tienen los demás, supe que bien empezada estaba la purga de los hermanos García.¿Fuiste scout? /No, ¿por qué? Ya me lo has preguntado dos veces. Ahora entiendo, ahora entiendo las preguntas de mi sub-consciencia. Sub-terráneas. Sub-desarrollo emocional el mío.
La primera vez que Julia te describió yo no había cumplido los 16 años, tampoco ella, y Eros me atravesó con el oro de la punta de su flecha traviesa. Así de intensa fui siempre. ¿Y cómo tiene los ojos?, imploraba yo -que no preguntaba- con los pulmones muertos de amor, exhalando ansia y deseo, a partes iguales, ante los atónitos ojos de mi amiga. Ella siempre hizo de Sancho, a mí la locura. "Ridonditos", respondió.
Después vino el falso concierto urdido por mis buenas manos de tejedora y nos conocimos una tarde de invierno (las tades, en invierno, se disfrazan de noche prematuramente) en el metro de Gregorio Marañón. Mi primera vez en ese metro, tan joven y tan atravesada por la punta de oro de la flecha traviesa del travieso Eros, Buenas Noches Rose en mi discman y tú con tantas ganas de tocar...la batería, como yo de confesarte
que era todo un engaño.
No me bastó una tarde y al poco ya era miembro del grupo Scout del que tú formabas parte. Me agarré a lo que pude, suicida arrepentida. Por año de nacimiento quien estaba en mi grupo era tu hermano. Y otra media docena de chicos más. A lo largo de la vida me ha tocado en muchas ocasiones ya, demasiadas para ser casual, personificar a la única mujer de un grupo de hombres. Me hago hombre entonces, sin perder la forma femenina y encarno al niño Guillermo que mis padres esperaban hasta que yo nací, doble vuelta de cordón, a los 10 meses de gestación. De nuevo, suicida arrepentida.
Sólo mantuvimos un lazo miserable de apadrinamiento scout miserable. Yo no necesitaba ni quería eso de ti. Paseabas por aquellos tiempos con una niña gorda, estúpida y rubia que dio origen a mi leyenda Neverland, del País de Nunca Jamás, con el triángulo Peter P.- Wendy- Campanilla que tantos años me acompañó, que me dio nombre en hotmail, que me permitió, a fin de cuentas, empezar a odiarte. Perdida toda esperanza, eso pasó a ser lo que necesitaba de ti. El odio, hermanos, que todo lo cura.
El curso scout trajo un campamento de verano: De A Coruña a Oviedo andando. A mi lado caminaba la media docena de niños perdidos, los Niños Perdidos de Neverland, ya sabemos, del Eterno País de Nunca Jamás. Tú te quedaste con la imbécil de Wendolín. Yo acaricié a tu hermano una noche. Apenas dos minutos. Paré para dejar que me acariciara él. Y a la mañana siguiente, ya fuera del saco, la tienda y el cámping, entendí -sin saber nada- del sórdido juego de los vacíos y las perversiones. Sabe Dios que tu hermano y yo man-tenemos un lazo que el paso del tiempo no corta y que es mucho más fuerte del que alguna vez me inventé para contigo, pero esa es otra historia que no quiero hoy contar. Será quizá que sólo quiero despedirme de ti. Será quizá que tu hermano es mucho más que mito, es mi carne y mi alma. Así de intensa fui siempre.
Ese verano, debo de estar hablando del mismo verano aunque no estoy segura, el tiempo difumina los recuerdos, me metí en tu cama. De nuevo tejí otro falso capítulo y esta vez, abalada por mis buenas notas, me disfracé y ofrecí de profesora particular. Cada mañana llegaba a tu casa, tú te despertabas y empezábamos. Recuerdo el olor de tu casa, la fuerte luz del sol de agosto contenido tras las persianas bajadas,asoleadas, asoladoras. Recuerdo el olor de tu casa, que no el tuyo. Quiero asegurarme que era a ti a quien daba mis clases y no a tu hermano pero no estoy segura. Es el precio a pagar por quienes jugamos, alguna vez, al sórdido juego de los vacíos y las perversiones. En ocasiones, doble o nada.
Pasaron muchos años. Años después me has deseado insistentemente. Te parecía que me hice mayor con arte: Como el buen vino, repetías. Pero yo ya no tenía ganas. No me quedaba ni rastro de la cicatriz que alguna vez dejara en mí el oro de la punta de la flecha traviesa del travieso niño Cupido. Ni rastro. Luego ya te dije adiós y las cuentas quedaron echadas. O eso pensaba yo hasta que la semana pasada me despertó la voz de Carlo, voz pacificadora: No, nunca fui scout¿por qué? Ya me lo has preguntado dos veces. Le sonreí mientras me sonreía y ayer, al ver su cara en tu foto, entendí que no somos libres, que nunca somos libres del todo, a pesar de la infinitud de oportunidades con las que contamos. Quise entristecerme como desde lejos, solo como desde lejos. Pero no llegué a sentirlo. Me despertó la voz graciosa del señor García Márquez: Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. Se me llenó de alegría el pecho y cerré el libro de un manotazo, la mesilla llena de ganas de volver a empezar, la luz encendida, que te vea yo la cara que pones.
No era hora de apagar la luz para dormir, no había otros quehaceres que hacer. Simplemente era el final del libro. El profundo sueño de Carlo llenaba la habitación. Sonreí con los ojos cerrados.
No era hora de apagar la luz para dormir, no había otros quehaceres que hacer. Simplemente era el final del libro. El profundo sueño de Carlo llenaba la habitación. Sonreí con los ojos cerrados.
Alfredo, puedes ir, ahora, en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario