Lloraba con desesperanza queda. La misma estampa de otras muchas veces pero ella ya era mayor. Ella ya no tenía por qué estar allí juzgando lo que veía. Ése no era su sitio.
Lloraba con desesperanza queda porque no tenía un lugar para estar, porque pensaba que cualquier tiempo pasado podría haber sido mejor de lo que fue, de lo que había sido, de lo que ahora era. Nadie que ponga las manos en el arado y mire atrás estará preparado para el Reino de los Cielos. Saber que ninguno de los lugares que habitaba, que podía habitar, le aliviaban, no hacía sino confirmarle que ninguno era el suyo.
Sin embargo, una parte de su ser quedaba atado a cada uno de los sitios en que había estado. Y le hacían pensar, todos ellos, que muy posiblemente era ella quien se equivocaba al seguir buscando. Esta idea le mortificaba. La rumiación mortificante de ideas era tratada por algunas flores en cierto lugar de Andalucía pero se había propuesto plantarse. Urgía detener todo tipo de búsqueda. Nada puede encontrar quien está inmerso en la búsqueda, nadie así puede encontrarse. No buscaría nada, por tanto. Y, en este modo, se prepararía para recibir lo que viniera, que sin duda vendría.
Se tumbó en la cama y volvió a sentirlo de nuevo. Esa especie de incomodidad incomprensible por los adentros, esa imperiosa espera. Sí, eso era. Siempre estaba esperando a que sucediera algo. Que su teléfono o correo electrónico le dieran una Buena Nueva que hiciera temblar los cimientos de su rutina. Un cambio, otra cosa. Como esto no es algo que pase todos los días, era ella quien había aprendido a salir en busca de su suerte, como si de un caballero andante se tratase. Y nunca perdía las ganas de caminar, de echarse al camino, de tropezar sus pies. Le tranquilizaba saber que a una etapa otra le seguía, que siempre se sabía que mañana continuaría quedando camino y que, una vez en él, no había nada más que hacer que poner un pie tras otro y dejarse sorprender con lo que hubiera de venir. Porque en un camino, por poco que pase, siempre pasa algo. No como ahora, cuando él le había dicho que prefería que no volvieran a tener contacto estando la marcha tan reciente...
Tiene usted que aprender a aceptar los límites de la pareja (...) o tendrá ud que encontrar una pareja cuyos límites no le maten el deseo. Piense sobre ello y pida cita para dentro de dos semanas al salir.
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