lunes, 30 de mayo de 2011

Lucidez (gracias)





Que si alguna vez le había querido, le preguntaba. Y a ella su incapacidad emocional no le dejaba responder. Quería responder que más que al alma que no encontraba pero ya era tarde, no la creería nunca más.
Él se agarraba a la aplastante lógica para salir a flote Y ella casi lograba, a fuerza de tanta mala costumbre, disfrutar del agua que empezaba a encharcarle los bronquios. Cuando ya estaba a punto de perder el conocimiento...fue salvada por su llamada. Bien que fue ella quien marcó los nueve dígitos, temblorosa de no encontrarle ya más al otro lado de la línea, pero bien también que él fue él quien accedió a hablar. Él que se había roto cuando la vio rodeada de bolsas de basura que recogían sus pertenencias, perdida la cordura, ída, en la entrada de la casa revolviendo el cajón de los medicamentos, buscando, acaso, el remedio para tanto mal. Él que quería desterrarla de sus entrañas, estaba ahora descolgando el teléfono.

Pasaron las horas en una conversación aparentemente circular, que iba y venía para evitar los reproches. Ella, ída la cordura, demandaba ahora el amor cuya puerta había cerrado con cuatro vueltas de llave justo una semana antes. Él, centraba la energía de sus pensamientos en encontrarle a todo lo que había sucedido un sentido y entendía que si ella se olvidaba de él y el corte era aséptico y quirúrgico, el círculo quedaría cerrado.

Colgaron los teléfonos deseándose suerte. Ella sintió entonces todo el peso de la soledad sobre sus hombros y quiso salir corriendo pero, ¿cómo se huye de uno mismo? Y entonces decidió quedarse quieta. Le empezó a rondar por la cabeza la idea, la pícara idea, de la construcción de paraísos artificiales. Cualquier lugar era mejor que éste en el que ahora se encontraba. Y a eso le siguió una idea aún más insensata, la de que ahora tocaba irremediablemente sufrir. Y con qué podría hacerse ella daño ahora...se preguntaba. Había muchos modos, conocía algunos pero, sin duda, al que apuntaba con mayor curiosidad patológica era al de no dejarle marchar.

Lucidez afloró por fin, quizá hubiera escapado en lentas oleadas del inexistente cable de su teléfono inalámbrico, quizá era el último deseo de él al colgar el teléfono, su último legado para ella, bien mirado, un último y precioso chaleco salvavidas lanzado a las profundidades más remotas de sus turbulentos adentros. No dudó entonces en qué era lo que tenía que hacer en ese momento. La locura no era sino hacer continuamente la misma cosa esperando resultados diferentes. Y ella, ya abandonada a la locura, por qué no iba a permitirse por una vez, al menos, hacer algo diferente.

Fue directa al blog. Su blog era la cara manifiesta y escrita de su enfermedad, no desencaminadamente había sido bautizado como "queridademencia". Impulsiva como era, buscó con los ojos vueltos de ansiedad el botón que lo borrara todo, que lo hiciera desaparecer. Igual que aquella mañana de la semana pasada cuando buscaba, ansiosa también, por el cajón negro del negro mueble de la entrada, la pastilla que acabara con todo rastro de miedo, de inseguridad, de duda y de dolor. Por fortuna, es la lucidez cedida por Carlo desde el otro lado de la línea lo que le hace detectar también en este impulso destructor, una conducta aprendida y repetida a lo largo de la vida y que ahora urge ser corregida.

Y decide, simplemente, hacer aquéllo que teme: Despedirse, decir adiós. Las cosas que perviven en este blog son patológicas y ya es hora de desviarse de ellas dejándolas estar. No hace falta borrarlo, como tampoco debería de ser necesario no comprar el chocolate para evitar comérselo o borrar el móvil de Carlo para no decirle la próxima semana que sigue echándole de menos. Ha de aprender a desviar su camino de la enfermedad, de la falta de juicio. Locura no es tomar siempre el mismo camino sino esperar que nos lleve, siendo el mismo como siempre es, a destinos diferentes. Locura.
Yo dejo este lugar para que ustedes lo disfruten y me despido agradeciéndole a Carlo con todo el alma que he perdido cada uno de los segundos en que me amó. Este blog no era su lugar y lo descubrió, por error, tarde y mal. Este blog ya no es lugar para nadie. Espero que si está de Dios que yo haya de seguir escribiendo, pueda hacerlo desde cualquier otro sitio pero, sobre todo,  desde la creatividad. El día en que logre escribir desde fuera de mis dolores -que, a veces, me creé solamente por el amor que le tengo a la literatura- será cuando podré decir que escribo.

Que así sea.

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