viernes, 29 de octubre de 2010

Restos


Dust in the wind- Kansas DAP


Patricio Abad es un fotógrafo. También. Hoy me hablaron de él.
Restos es el nombre de su actual exposición fotográfica en Madrid.
RESTOS son la memoria de las cosas cuando ya las cosas apenas son...
La invitación está impresa en una hoja de papel granulado blanco del tamaño de una cuartilla. En su envés, me torno Botánica sólo para leer de nuevo: Restos son la memoria de las cosas cuando ya las cosas apenas son...El papel granulado es realmente de buena calidad. Llovió toda la tarde en Madrid y yo hice que me dejaba sorprender -por la lluvia- y me mojé gustosa. Cálida caía por mi rostro. Mientras todos corren a resguardarse yo noto la pesada ligereza de sus gotas rodándome el rostro. Sonrío en silencio.
La invitación permanece inalterable. La giro y respira. Se me antojan pulmones dolientes, desacompasados, propio de aquellos fumadores que fuman sólo para olvidar...


Giro de nuevo la postal. Restos son la memoria de las cosas cuando ya las cosas apenas son...Hoy terminé de sacar tus cosas, cambié la cerradura. Llamé al cerrajero, vino, cambió el bombín, me dio la nueva llave, cobró y se marchó. No quiero que vuelvas. Hoy ya, por fin, apenas eres. Veloz me abandona este pensamiento. Es difícil perder lo que nunca se ha tenido. Vienen otras frases a mi cabeza, otras ideas que se atropellan unas a otras. Encabalgadas: Voy a echar el resto. Con los restos se hacen las croquetas. Mañana comemos de restos. Resta lo que le debes y te resultará lo que tienes. El resto no me interesa. Los restos mortales serán repatriados. Apuesto el resto a esa carta. No le importa ir contra el resto del mundo. Arresto domiciliario.

Estás loca, tía. Completamente loca.

Soy un ser tan gravemente cuerdo que me tuve que reinventar. O hubiera muerto de tristeza y aburrimiento.

jueves, 28 de octubre de 2010

capítulo N.Y.



Jay Fine tiene 58 años y lleva 40 años esperando hacer esta fotografía. El momento le ha llegado, le ha sorprendido,  tras más de 2 horas desafiando la tormenta en el Battery Park City del sur de Manhattan. Después de más de 80 fotografías a la Estatua de la Libertad.
Ya la tiene. 40 años esperando esto que ahora tiene entre sus manos, esto que pone ante nuestros atentos ojos de espactador. Espectantes.
No se siente decepcionado en absoluto, aunque ,muchos piensan que debiera estarlo. Incluso algunos se atreven a animarle: ¡Por los años perdidos, Jay! Puedes sentirte fracasado, amigo, no te lo tendremos en cuenta, es más, te pondremos el hombro. Es tu momento. 40 años de 58, 2 horas, 80 fotografías. Somos el tiempo que nos queda. Cuantifícalo y busca un hombro en el que consolarte. Te cedemos el nuestro.

El señor Fine está emocionado. Todo lo que se desea desde lo más profundo del Ser, llega antes o después. Como decía el poeta, todo pasa y todo llega. Todo llega y después pasa, llega para pasar. Como lo nuestro es pasar. La fotografía tiemble entre sus dedos, tantos años y ya estás aquí "bribona".

Jay pasa la página. Fin de un capítulo. Jay se siente hoy un poco más cerca del final, acaso sólo un poco más.

lunes, 25 de octubre de 2010

30(x30)


Amy McDonald- This is the life DAP


No podía creerlo. Otro miembro del ilustre CICCP. Alto, buena planta, adicto a la descarga de vídeos los viernes noche cuando todavía no es demasiado tarde. Aficionado a la (buena) mesa. Soñador de sandías encima de la mesa. En época y fuera de ella, que siempre es buena la ocasión si se hace bien.

No te rechazaré mañana ni será por eso. En un mes desaparecerás tú sola.

Así nos limitamos. Así establecemos los tiempos, las acciones, las duraciones. Así escribimos el guión de nuestra novela. Así decidimos lo próximo que nos va a pasar. A veces intervenimos en la historia de otro, por un tiempo más o menos largo. A veces dos novelas se cruzan y ya nunca se llega a saber bien del todo qué es lo que se está leyendo, ya nunca logran diferenciarse completamente. Pero la mayoría de las veces sólo participamos en algunos capítulos, más bien breves.
El personaje que se me ha asignado, hoy, muere en treinta días. Yo, ilimitada,  lo solicité sin delimitar pero me ha llegado con fecha de caducidad. Ingenuo ICCP el que no sabe que sobreviví a la misma cifra elevada al cuadrado. ¡Acepto el reto!

Continuará...

domingo, 24 de octubre de 2010

(los)


Adagio for strings by Samuel Barber DAP



El cajón estaba lleno de ira. El cajón, los cajones. A veces era uno solo, grande, en color caoba, barnizado, que olía a viejo. Tenía incluso un regusto a humedad antigua y olvidada; otras veces eran muchos, más ligeros, más sencillo abrirlos y cerrarlos rebuscando no sé qué, pequeños y en madera sin tratar. Dios, estaban llenos de ira, de rabia, de dolor contenido, de rencor. Los abría y cerrada una vez tras otras, como poseída, no creyendo lo que allí veía. ¿No se había vaciado ya de todo aquello?

La doctora le colocó una mano en el abdomen. Mientras, su respiración se aceleraba, como si los cielos y la tierra quisiese aprehender en cada inspiración. O más bien fue al revés, que fue cuando su respiración empezó a entrecortarse que la mujer se acercó y calmó con su mano el abdomen lastimado. Estaba lleno de ira. De odio. De incontinencia. De desesperada impaciencia. De resentimiento. De envidias. Todos los males allí contenidos. La caja de Pandora en sus entrañas, a punto de abrirse. La mano de Alicia conteniendo tanta tormenta. Su bendita mano maestra. El llanto, sin querer contenerse, contenido en el pecho. Lo estás haciendo muy bien. Alicia tenía los ojos más azules del mundo en ese momento, la mano firme y la voz, dulce. Ella tenía los intestinos helados. Las cavidades de esa parte de su cuerpo, desiertas. En algún momento que ya no recordaba, los gusanos habían decidido abandonarla. En el solar, que ahora contemplaba, tanta tiniebla.

En realidad, no perdonaba la partida ni la ausencia. En verdad el abultamiento no era sino su incapacidad de perdón .
Ya vacía, el gesto inerte, yermo el vientre, comprendió de pronto las figuras de Salvador. Robe, ábreme el pecho y registra.





Y se (los) vació otra vez más.
El resto...ya sólo adagio.

martes, 19 de octubre de 2010

Salus Per Solem (SPS)


John Murphy - Sunshine ( Adagio in D minor) DAP
Ayer, tumabada sobre la hierba, los ojos cerrados, la mente lejos, la piel expuesta, la boca abierta, lo supe:
El Sol me sana.
El Sol me ama.

domingo, 17 de octubre de 2010

TO WANT-TO HAVE GOT-TO NEED


Alien Sex Fiend- Ignore the machine DAP


Inevitable significa que no se puede parar. Inevitable significa que hay que dejarlo pasar.


Abandoné el Palacio de Ítaca, no el hilado ni la mortaja. Hilar es para mí ya expresión de lo que llevo dentro, parto necesario; la mortaja, tan imprevisible como segura. Y, a ratos, certera. Oí hoy en las noticias que una empresa australiana entierra vivas a personas estresadas como terapia de choque. Cuántos imbéciles más habrán de morir de infartos (o creer que están muriendo en cada "ataque de ansiedad") para darse cuenta de que algo en ellos, quizás incluso superior a su propio entender, busca destruirlos. Que se entierren vivos, se miren los intestinos y celebren que aún no son pasto de gusanos. Yo me entierro en esta rueca de palabras y respiro maravillada. Aún no soy pasto de gusanos.

Trato con Odiseo casi como si fuera vecino de rellano. Es sorprendentemente humano. Dubitativo, renegador. El otro día, de lejos, haciéndome un gesto de cabeza en la escalera me vino a decir que me echaba de menos, que no lograba olvidar mi mirada la tarde en que nos conocimos. Que no podía dormir y que, en algunos momentos, temía estar volviéndose loco. Yo también levanté ligeramente mi cabeza para corresponderle al saludo y, con ello, le dije que todo está bien así, que hacemos lo que podemos. Y cuando podemos. Es sólo una cuestión de tiempo.

No extraño la vida palaciega. Me gusta pedirle un kilo de arroz si lo necesita o darle una taza de azúcar si me la pide él. Y en este abrir y cerrar de puertas, levantar de felpudos y estampar de mirillas, descubrir que somos parte de la misma cosa. Descubrir que everybody wants what everybody´s got and everybody´s got what everybody needs...

Porque inevitable significa que no se puede parar.

viernes, 15 de octubre de 2010

I don´t know


Sam Cooke - Wonderful World


  El viento me sopla en la cara con toda la calidez fresca que el mes de octubre le permite. Afortunados pueblos los del Mediterráneo. Se lleva consigo unas cosas, deja otras. No cierro los ojos porque tengo que dirigir la bicicleta municipal. Bueno, honrando a la Verdad -la alétheia griega-, mantengo los ojos muy abiertos dada mi torpeza al manillar: lo que se aprende de adulto, ya se sabe, tarde y mal. No se requieren, no obstante, habilidades especiales para ser feliz. O, más del gusto de los ortodoxos pesimistas, permítanme el reajuste, para disfrutar de pequeños instantes de acaso bienestar pasajero.

La cuesta abajo termina y mis piernas deben ponerse en movimiento si quiero avanzar. La torpe cadena de bicicleta municipal, torpe como yo-municipal como todos, pone en marcha los engranajes y el trasto, inevitablemente, se mueve. Las puntas de mis zapatos de salón -de punta- se enganchan en el dobladillo, a medio coger, del bajo de mis pantalones nuevos. Las suelas parecen repeler a los metálicos pedales, dafnes desesperadas a la carrera bucólica, bucólica, pero carrera a fin de cuentas.
El parque urbano en el que mi Ayuntamiento presta bicicletas azules a los tontos de barrio es más largo que ancho y más bien tirando a poco llano, dato de relevante interés teniendo en cuenta el hecho que está siendo narrado. Y cómo serán sus desniveles que en cuanto llegan las cuestas arriba, mi capacidad pulmonar decide abandonarme y mi musculatura inicia protestas de resistencia pasiva. Si tengo en cuenta que es un recinto con no menos de catorce cuestas y que apenas subí dos (y no completas), he tenido que acabar reconociéndome que he buscado  los tramos llanos como busca el perro la sombra en verano. Esto me ha obligado a abrir los ojos, no me ha quedado otro remedio. No  ya a las curvas o bordillos acechantes sino a mi condición de perra, por vaga que no por miembro de la familia de los cánidos. Dios los libre.

A lo largo de mi vida, cada vez que me he encontrado (que me encontré, que me encuentro) con algo  que me ha exigido esfuerzo, he buscado el camino llano. Y las cosas que he -aparentemente- elegido hacer, han sido siempre las que parecían venirme dadas de serie, las que no costaban.¡La vida es un regalo maravilloso!, suelo así con extrema ligereza (fácil) repetirme.

Y hoy, pedaleando tonta y municipalmente, me he acabo preguntando (ésta mi pobre y atormentada cabeza, heredera de la tradición judeocristiana...) si es bueno o es malo que yo disfrute tanto cuando el viento de octubre me acaricia el rostro como si lo besara con labios de membrillo, sabiendo, como sé, que no sé nada. De nada.

sábado, 9 de octubre de 2010

Dícese de...AMOR





Escribe sobre el amor, escribe sobre el amor. Me lo pedía con sus preciosos ojos color aguamarina muy abiertos, la piel morena tersa, los rizos negros suspendidos en el aire. ¿Qué es para ti el amor? ¡Escríbemelo! Me lo pedía como pide el niño una espada en la feria, como la enamorada un beso a su amado. Era mayor que yo pero de tan bella, el tiempo parecía haberse detenido a anidar en el cuerpo que habitaba. Y con el entusiasmo de un infante reclamaba su definición. Me hizo sentir vetusta, placenteramente vetusta. Sonreí levemente y quise contestar ¿Y tú me lo preguntas...? Transformada, de este modo, vejez en caballerosidad, habría sumado el papel de galán al de vieja y joven que ya albergaba al acercarse la mujer a mí. Constante la búsqueda de la polifonía una vez asumida mi dolorosa condición poliédrica.
Conduzco con la radio encendida. Cambio de emisora y acelero, llego tarde a una cita importante y el tiempo apremia. La lluvia golpea, como enfadada, los cristales y yo, desde dentro, acelero y cambio de emisora. Extraño en mí, me detengo en una donde no se canta y escucho lo que dice una mujer. Otra mujer. También joven, joven de voz en esta ocasión, si me permiten. Elvira. Dice Elvira que no se puede vivir de la literatura a no ser que se venda mucho y que ella sobrevive de impartir talleres, de presentaciones. Habla, además, de la importancia de cultivar una voz propia. En literatura todo está ya hecho, podemos experimentar pero hasta qué punto estaremos innovando...es ya otra cuestión. Me alivia leer eso: Elvira dixit. Cita a Umbral: "Cada uno escribe los libros para los que tiene pluma". Me siento de camino a casa, como tantas otras veces y lo corroboro mirándome los pies y recordando los zapatos de rubí de mi amada Dorothy.

Desde mi voz, amada tú también,  niña de los ojos del color de la aguamarina, te voy a contar qué es el amor. Te lo estoy cantando ahora si es que posees la suficiente agilidad lectora como para que aún suene la canción que encabeza éstas mis palabras de hoy. Te lo canto así porque ayer me fue a mi cantado. Alabo las cualidades de los demás a veces por encima de las mías. En el mundo que pueblo esto es juzgado como negativo y se etiqueta como "falta de autoestima", como si acaso anduviésemos faltos de estimación propia. Yo bendigo mi capacidad para maravillarme con las virtudes ajenas y siempre acaba llegándome, en compensación a mi buena voluntad, un poco de todas ellas, como si atrajese de todo cuanto deseo y celebro, unas gotas para mi afortunada existencia. Ayer felicité a Odiseo por su capacidad de dar en cada instante con la canción capaz de condensar y encerrar, en sus escasos minutos, mundos enteros. Y por la tarde, mientras aceleraba y cambiaba la emisora de la radio, me fue regalada -además de la invitación de Elvira a encontrar y respetar mi voz literaria- la reveladora canción que presenta lo que hoy tengo que decir: Mi primer encargo.

Dios es Amor.

¿Y qué es dios?, preguntaría entonces la dulce niña adulta con los ojos cada vez más abiertos. No tendría yo entonces el valor de responderle que dios es simplemente Amor.

De pequeña nunca podía dormir. Me aterraba el momento en el que se iban y me dejaban allí sola. La habitación duplicaba su espacio y la oscuridad me encharcaba los pulmones. Empecé a leer por eso y por eso también, a disfrutar que me leyeran cuentos. Era mi modo de retener al otro, de que no me abandonara. En los cuentos que a mí me contaban había una muchacha que fuera por la razón que fuese, sufría. Daba igual que viviese en un palacio o en el campo, que fuese princesa u hortelana, rubia o morena, que contase con el amor de los suyos o que fuese la hijastra de la más malvada del lugar. Sufría en todos los casos. Ninguno de esos cuentos te explicaba el motivo de la angustia, sólo que le nacía en el pecho y que desaparecía cuando entraba en ecena el príncipe. En esto había más consenso: El príncipe -que siempre es de origen privilegiado-  nunca es protagonista ni tampoco sufre. Su aparición, siempre en la parte final,  es secundaria y no tiene otro fin que restaurar felicidad y amor en el  corazón de la joven. Y así es.  Veni, vidi, vici. Después llegó la adolescencia y mis caderas comenzaron a ensancharse mientras mi pecho crecía y mi cara se llenaba de espinillas (¡Viva la revolución hormonal!) No crean que abandoné entonces los cuentos. Los cambié por películas. Hollywood es una industria prolífica. Y más de lo mismo. Ahora me doy cuenta de que llevo veinte años esperando en la ventana de mi apartamento de Los Ángeles a que Richard Gere trepe por la escalera metálica de incendios con una rosa en la boca mientras suena La Traviata. Y hace veinte años que creo que el día en que mi pareja muera, más allá del amor, lo hará también por y para salvarme y entrará en el cuerpo de una médium negra para amarme una ultima vez. Y si me asaltan las dudas, arrastrará una moneda deslizándola por la pared y yo la veré avanzar hasta mí, flotando en el aire y sabré para entonces que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomado ya la fe por presupuesto.Lo importante parece ser que me crea que tengo que ser rescatada, que no seré completamente feliz hasta que no llegue el príncipe y me bese. Pues bien, como cuentos han estado bien, mejor como fantasías, pero en absoluto se corresponden con la realidad. No hay nada ni nadie ahí fuera que me vaya a dar algo que yo no tiene ni para sí. No hay nada ni nadie ahí fuera a quien yo pueda dar lo que no poseo. El amor que nos han contado proporciona una felicidad impermanente, que fluctúa, que sube y que baja, que viene y que va. Esto pasa siempre que busco fuera de mí porque la realidad que habitamos es impermanente, todo -absolutamente todo- se acaba en un momento dado. Antes o después hasta yo misma me agotaré. No olvides nunca que hoy puede ser el día de tu muerte.

El día en que yo muera todo pasará. Cielos y Tierra pasarán. Aquí quedará mi cuerpo, mi trabajo, mi descendencia, todas mis posesiones, mi fama, mi obra, mis amantes. ¿Qué trasciende? Mi pregunta hace el silencio en su sala y sus rizos, suspendidos en el aire, intentan conectar con esa parte que nos habita y que estaba ya antes y que estará después. Loq ue nos conecta a todos como células de un mismo organismo, lo que me hace identificarme contigo porque -aunque seas mi enemigo, me contradigas o me dés tormentos- eres la misma cosa que yo.

El Amor estaba antes de que llegásemos y estará cuando todo lo que conocemos haya desaparecido. El Amor es el Halo (de bondad) que tenemos dentro, bajo tantas capas de ira, de miedo, de celos, de apego. Soy consciente de que muchas personas nacen y mueren sin haber nunca contactado con eso que yo llamo Amor pero si tú alguna vez lo sentiste, si fuiste capaz de perdonar a quien te había ofendido, si pudiste seguir amando a quein decía no amarte, si la felicidad de otro alimentó la tuya propia, entonces sabes de lo que te hablo.

Sólo hay Amor, Silvia. Nada más. Te repetiré hasta el día de mi muerte que todo lo que no es Amor no es sino perturbación mental. Y te diré que te estimo profundamente, que te quiero qué coño, aunque nunca trepes por mi escalera con una rosa entre los dientes mientras suena La Traviata.

POST DATUM (30)


Creep, Radiohead (versión acústica)


Roto el hechizo, Odiseo se sintió aliviado. Recibió la botella,el mensaje de la botella, y volvió cantando. Lo que ahora suena es lo que dijo. Él siempre dice que cada momento tiene una canción.
Yo ayer por la noche paseaba camino a casa. En el paseo, atravesé un parque nuevo a medio construir. Muy oscuro. Me acompañaba un miedo del que no sólo no paraliza sino que aligera las zancadas. A lo lejos vi a un grupo de chavales bebiendo y se me vino a la cabeza, de pronto, mi juventud, mi borrachera, mi parque. Yo también de adolescente bebía en parques. Y cuando el galopar etílico comenzaba ya a cruzar mi organismo, el parque se transmutaba en escenario propio del siglo XIX. Cendal flotante de leve bruma. La realidad se percibía entonces a bocanadas, iba y venía sin pesar demasiado sobre los hombros.
Mi reducto romántico de los últimos 30 meses ha sido el mismo escenario de mi adolescencia borracha. Ha sido ese mismo parque que iba y que venía, que me permitía escapar de la realidad, negarla, disfrazarla a mi antojo: embutirla en un disfraz de furcia brillante. Disfraz brillante de furcia, me refiero. He estado 30 meses viviendo en una realidad paralela, inventando diálogos, facturas y vacaciones caribeñas. En ese otro lado del espejo he crecido, me he hecho mayor, he madurado, he sobrevivido a crisis de pareja, he parido varias veces. He formado una familia, he sido feliz. He transformado a un marido que no prometía nada cuado lo encontré en la calle, he sido una buena madre que hacía tortillas francesas para cenar a unos hijos que crecían, mientras tendía  la ropa en la cuerda del patio interior de nuestra casa en el centro de la capital.

Resulta que esta semana, deshecho el encantamiento, abro los ojos y vuelvo a mi viejo cuarto. Los apuntes de la carrera perfectamente archivados en una balda, el cajón de los perfumes, el peluche que me regaló mi padre cuando cumplí veintiséis años, mis amados libros-oráculo, mi estor de Winnie de Pooh a este lado de la ventana. Mis padres en el salón, las manos en los bolsillos. Bienvenida, te estábamos esperando.

Como me recuerda la canción que hoy Odiseo me trajo, yo he corrido muchas veces huyendo. He huído de la realidad cuantas veces me he topado con ella de frente. Me he refugiado en la nebulosa de los depresores del sistema nervioso, en lo que de excitante tenía la cafeína, en el reino de mi imaginación. El Odiseo del que aquí hablo, a quien llevo esperando 30 meses, no es el hombre que hoy, raro-extraño-cobarde-imperfecto (creep), se confiesa cantando y del que, paradójicamente, también hace 30 meses que huyo.

Yo también os he echado de menos. Vengo para quedarme. Ha sido una viaje largo pero ya estoy aquí. No tengo intenciones de volver a marcharme.
Todos me sonríen y abrazan. Se alegran de verme. Yo también me alegro de vivir para contarlo. Y contando y cantando habré de seguir en este espacio -controlado-  por todo el tiempo que me sea posible. Por todo el tiempo que me sea posible en este espacio, reducto último de mi mundo de fantasía.

jueves, 7 de octubre de 2010

Yo te convierto (vade retro)

 No sé cómo se llega en los cuentos a ese punto en que el encantamiento se rompe, en el que el maleficio acaba. Si es que queremos juzgar como malo lo que pasaba, claro. Maleficio.
 El caso es que, en algunas ocasiones, sucede y somos liberados. No sé cómo es que me vengo yo, de unos días atrás, sintiendo liberada. Deleted contact, contacto eliminado, deshecho el amarre.

No era él a quien yo esperaba. Era todo una fantasía, un mundo de naipes (Wonderland, Neverland): escapismo romántico.Realmente a nadie esperamos aunque constantemente gente llegue. Generaciones van, generaciones vienen. No hemos inventado nada.
La condena es a ser feliz y hoy,  me voy al Mundo porque el Mundo me ha hablado: No era él, el pasado (sustantivo) pasado (participio del verbo "pasar") te libera. Es mejor así. Prepárate para lo que viene.
Hoy, ¡Vete al Mundo! Y sal, niña del mundo, sal a buscarlo...

lunes, 4 de octubre de 2010

Respuesta de Odiseo

Contact Deleted

Con dos palabras, "contacto eliminado", Odiseo borra treinta meses. Fiat voluntas tua. Sea.

p.m. Y el Verbo se hizo carne


DAP
Disfrutamos de un día agradable hoy, el otoño parece resistirse a entrar. Mañana ya cambia, lluvias, toda la semana. No se me encarga misión que no pueda cumplir, aparecen en cada momento las personas que necesito, la música llega a poblar mis instantes. No se cómo hoy al volver a casa por la noche y encender el ordenador me encontré el mensaje de un buen amigo. Lobera es un gran tipo, brillante, acertado en tantas ocasiones como en otras errado. A menudo desea compartir conmigo su música, sus asociaciones inconexas. A menudo es ignorado y cierro, sin leer, todos sus mensajes. El desequilibrio me es devuelto. Todo el tiempo que le resto a Carlos es rendido, por otra parte, a Odiseo. Y yo, vestal absurda, soy la única responsable de que las cuentas no queden echadas. A fuerza de no ocuparse de los números el negocio se le acabó yendo a pique: de donde sale y no entra pronto el fin se ve. Sabiduría popular. Yo soy el rey y el villano, el buitre y la carroña hoy más que nunca.
Hoy tenía que echar alguna de las cuentas pendientes, nunca escapamos del todo cuando huímos. Que los monstruos no desaparecen aunque dejemos la luz encendida es algo que traigo ya sabido. Novedosa era la lección del mando y la doma en la que hoy me inicié. El auditorio quedó satisfecho con mi actuación, notaba el impúdico gesto de satisfacción que experimenta el ser humano al sentirse cristianamente asediado. Mentiría ahora si os dijera que me desagradó el papel de ama, administradora de.
Todavía quedaba algo por hacer, el día no había acabado.
Lo sé, lo sé, me hago cargo. Prometo solucionarlo en cuanto me sea posible.
Os ofrezco la canción, obsequio de Carlos Lobera, y dejo enviadas estas palabras en botella de vidrio oscuro con el fin de que lleguen, como quiera que te halles, allá en tu delirante periplo.
Quiero decirte a ti hoy que no vuelvas si no quieres empezar una relación conmigo. Tómate todo el tiempo que necesites: vive tu vida y permíteme vivir la mía. Se acabé el juego. Si no me lo puedes dar no quiero que vuelvas. Te querré desde lejos a partir de ahora y sólo me relacionaré contu "yo" poético.
Si un día decides que soy yo lo que quieres poner en tu vida, porque otras cosas no te funcionaron, porque nunca lograste olvidarme, entonces no dudes en hacérmelo saber. Y vuelve. Vuelve sin dudarlo, sin miedo, seguro de que serás bien recibido.
No hay más. Lo que ahora tenemos está enfermo, se pudre. No lo quiero. No lo merecemos ni tú ni yo.

Lanzo la botella, inmenso el mar. Siento un superficial desasosiego, ¿o quizá es tan profundo que me está rasgando en dos y lo que juzgo superficie son mis propias vísceras, retorcidas, abandonando el cuerpo roto?
Lanzo la botella y se hace el silencio. A solas, ya a solas tu yo poético y mi yo rasgado. Tú y yo, dos.
Et verbum caro factum est.

domingo, 3 de octubre de 2010

a.m.

Todavía no ha salido el sol pero puedo afirmar que amanecí. A veces dudo. Algunas noches uno cierra los ojos sin estar muy seguro de si volverá a abrirlos, no tiene necesariamente que estar pasando por un mal momento ni es una sensación necesariamente desagradable. Es simplemente que en ese instante preciso en que alma, mente y cuerpo se separan para entregarse a la regeneración del sueño, un pensamiento nos atraviesa recordándonos lo que cualquiera de nosotros sabe: que hoy puede ser el día de nuestra muerte.
Que hoy también pueda morir, que así es, no impide que haya amanecido a un nuevo día.

Hoy, hablando de hoy, soy obligada a marcar un antes y un después en mi relación con el dominio y la disciplina. En verdad es justo y necesario que así sea. Por vuestro bien, por el mío.

Hay días en que uno amanece sin haberlo pretendido y, sin pretenderlo, el fluir del río da un salto y cambia de rumbo. Siempre hacia el mar...
Que así sea.

Pelea de perros

Han pasado más de cuatro minutos desde mi "3:43" de esta mañana y en este tiempo, más de cinco horas, he vuelto a experimentar otra de sus sanguinarias despedidas. Y me ha dolido como me dolieron todas, como ahora me duelen. Me duele más el dolor que yo me permito que el que él mismo me aplica y me pregunto la razón por la que me abandono a mi suerte en su laberinto. Siempre la misma suerte, siempre el mismo laberinto. Y soy yo quien se abandona en sus profundidades.
He pasado por esto mismo tantas veces ya que no me puedo creer que siempre vuelva a verme en otra. Como si no fuese dueña de mis pasos. De los pasos de mis pies. Como si sólo una de mis dos manos me empujara barranco abajo...

No he sabido estar en mi sitio: manga ancha. Demasiado sumisa, demasiada sonrisa. Demasiada fe en que está escrito que así sea lo que nada es. La carne empezó a descomponerse y el olor a podrido llega a mi nariz. El zumbido de las moscas hasta mis oídos. Ya están aquí las moscas anunciadoras de tormenta y vienen a cagarse en el cadáver. Me he convertido en el buitre carroñero de este despiadado festín de mi propio cuerpo putrefacto. Revoloteaba desde hacía ya mucho tiempo esperando a que llegara el fin, ansiando mi turno. No sabía entonces que habrían de tocarme más papeles en este guión. Y ahora, que se rueda, yo  deseo no desear jugar más. Mis heridas no son pintadas. No hay otros niños a mi alrededor. Nadie juega. Esto no es un juego.

No ha sabido imponerse, le toman por el pito del sereno. Francamente, me ha defraudado. Pensé que podría dominar la situación, que ganaría usted. Ya veo que no.

Los sonidos se alejan oscuros dándome la sensación de túnel. Yazco. Cenizas.

Mañana será un nuevo día.

3:43

DAP

Una vez más cada momento tiene su canción.

No es sólo que los tres minutos sobre los que se extiende una pista de audio puedan definirte a ti y a tu circunstancia, sino que, en contadas ocasiones, otro tiene la capacidad de condensarte -a ti y a tu circunsatncia- en tan sólo tres minutos con cuarenta y tres segundos. Sabes entonces que no te encuentras ante un otro indeterminado y que es su determinación la que jusifica tu mítica espera.

Trata de romperme, de sacudirme, de domarme. Break me, shake me, tame me. Y verás que ya no sucede nada. Que nada se destruye porque nada se creó. Que yo no puedo parar esto, que nunca lo dejaré. Cantado, lo entiendo mejor.

Siento, imponente, el Amor que me habita. Me sacude a oleadas de cabeza a pies. Lo noto entrar por mi fontanella, cerrada sólo en apariencia hace ya tantos años...mi pequeña ventana, si dejo de hablar en latín. Y sale por las plantas de mis pies a borbotones calientes, como de venas rotas. Puede hacer también el recorrido inverso. En cualquier caso, es Amor que me habita.

Cuando el Otro se acerca, Amor se agita y deja el ritmo venoso para transmutarse a arteria. Y estalla el pecho extendiéndose por el resto del organismo, donde los microscópicos pedacitos de Emoción van posándose como polvo de estrellas. Y entonces es un hecho que ambos estamos formados de la misma cosa aunque, huída la magia (que no siempre permanece porque nada lo hace), no podamos siempre entendernos sin hablar.

Después el Otro se va. Antes o después se va y yo, espero. Espero y tejo: palabras, como ahora mismo hago. No escribo sino espero. El Otro no está, aparentemente, como aparentemente la pequeña ventana de mi azotea fue cerrada a los pocos días de ser nacida. Pero Amor no deja nunca de recorrerme. Si cierro los ojos, respiro lentamente y me quedo dentro de mí, no tardo en notar las olas recorrerme, vaivén de sangre caliente y oscura. Empapada en ese oleaje sé, sin lugar a dudas, que es mi espera justa y necesaria. Y me mezco, satisfecha, de que haya todavía quien sea capaz de condensar mi aberrante densidad en la ligereza que ocupan tres minutos y cuarenta y tres segundos.