lunes, 4 de octubre de 2010

p.m. Y el Verbo se hizo carne


DAP
Disfrutamos de un día agradable hoy, el otoño parece resistirse a entrar. Mañana ya cambia, lluvias, toda la semana. No se me encarga misión que no pueda cumplir, aparecen en cada momento las personas que necesito, la música llega a poblar mis instantes. No se cómo hoy al volver a casa por la noche y encender el ordenador me encontré el mensaje de un buen amigo. Lobera es un gran tipo, brillante, acertado en tantas ocasiones como en otras errado. A menudo desea compartir conmigo su música, sus asociaciones inconexas. A menudo es ignorado y cierro, sin leer, todos sus mensajes. El desequilibrio me es devuelto. Todo el tiempo que le resto a Carlos es rendido, por otra parte, a Odiseo. Y yo, vestal absurda, soy la única responsable de que las cuentas no queden echadas. A fuerza de no ocuparse de los números el negocio se le acabó yendo a pique: de donde sale y no entra pronto el fin se ve. Sabiduría popular. Yo soy el rey y el villano, el buitre y la carroña hoy más que nunca.
Hoy tenía que echar alguna de las cuentas pendientes, nunca escapamos del todo cuando huímos. Que los monstruos no desaparecen aunque dejemos la luz encendida es algo que traigo ya sabido. Novedosa era la lección del mando y la doma en la que hoy me inicié. El auditorio quedó satisfecho con mi actuación, notaba el impúdico gesto de satisfacción que experimenta el ser humano al sentirse cristianamente asediado. Mentiría ahora si os dijera que me desagradó el papel de ama, administradora de.
Todavía quedaba algo por hacer, el día no había acabado.
Lo sé, lo sé, me hago cargo. Prometo solucionarlo en cuanto me sea posible.
Os ofrezco la canción, obsequio de Carlos Lobera, y dejo enviadas estas palabras en botella de vidrio oscuro con el fin de que lleguen, como quiera que te halles, allá en tu delirante periplo.
Quiero decirte a ti hoy que no vuelvas si no quieres empezar una relación conmigo. Tómate todo el tiempo que necesites: vive tu vida y permíteme vivir la mía. Se acabé el juego. Si no me lo puedes dar no quiero que vuelvas. Te querré desde lejos a partir de ahora y sólo me relacionaré contu "yo" poético.
Si un día decides que soy yo lo que quieres poner en tu vida, porque otras cosas no te funcionaron, porque nunca lograste olvidarme, entonces no dudes en hacérmelo saber. Y vuelve. Vuelve sin dudarlo, sin miedo, seguro de que serás bien recibido.
No hay más. Lo que ahora tenemos está enfermo, se pudre. No lo quiero. No lo merecemos ni tú ni yo.

Lanzo la botella, inmenso el mar. Siento un superficial desasosiego, ¿o quizá es tan profundo que me está rasgando en dos y lo que juzgo superficie son mis propias vísceras, retorcidas, abandonando el cuerpo roto?
Lanzo la botella y se hace el silencio. A solas, ya a solas tu yo poético y mi yo rasgado. Tú y yo, dos.
Et verbum caro factum est.

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