sábado, 9 de octubre de 2010

POST DATUM (30)


Creep, Radiohead (versión acústica)


Roto el hechizo, Odiseo se sintió aliviado. Recibió la botella,el mensaje de la botella, y volvió cantando. Lo que ahora suena es lo que dijo. Él siempre dice que cada momento tiene una canción.
Yo ayer por la noche paseaba camino a casa. En el paseo, atravesé un parque nuevo a medio construir. Muy oscuro. Me acompañaba un miedo del que no sólo no paraliza sino que aligera las zancadas. A lo lejos vi a un grupo de chavales bebiendo y se me vino a la cabeza, de pronto, mi juventud, mi borrachera, mi parque. Yo también de adolescente bebía en parques. Y cuando el galopar etílico comenzaba ya a cruzar mi organismo, el parque se transmutaba en escenario propio del siglo XIX. Cendal flotante de leve bruma. La realidad se percibía entonces a bocanadas, iba y venía sin pesar demasiado sobre los hombros.
Mi reducto romántico de los últimos 30 meses ha sido el mismo escenario de mi adolescencia borracha. Ha sido ese mismo parque que iba y que venía, que me permitía escapar de la realidad, negarla, disfrazarla a mi antojo: embutirla en un disfraz de furcia brillante. Disfraz brillante de furcia, me refiero. He estado 30 meses viviendo en una realidad paralela, inventando diálogos, facturas y vacaciones caribeñas. En ese otro lado del espejo he crecido, me he hecho mayor, he madurado, he sobrevivido a crisis de pareja, he parido varias veces. He formado una familia, he sido feliz. He transformado a un marido que no prometía nada cuado lo encontré en la calle, he sido una buena madre que hacía tortillas francesas para cenar a unos hijos que crecían, mientras tendía  la ropa en la cuerda del patio interior de nuestra casa en el centro de la capital.

Resulta que esta semana, deshecho el encantamiento, abro los ojos y vuelvo a mi viejo cuarto. Los apuntes de la carrera perfectamente archivados en una balda, el cajón de los perfumes, el peluche que me regaló mi padre cuando cumplí veintiséis años, mis amados libros-oráculo, mi estor de Winnie de Pooh a este lado de la ventana. Mis padres en el salón, las manos en los bolsillos. Bienvenida, te estábamos esperando.

Como me recuerda la canción que hoy Odiseo me trajo, yo he corrido muchas veces huyendo. He huído de la realidad cuantas veces me he topado con ella de frente. Me he refugiado en la nebulosa de los depresores del sistema nervioso, en lo que de excitante tenía la cafeína, en el reino de mi imaginación. El Odiseo del que aquí hablo, a quien llevo esperando 30 meses, no es el hombre que hoy, raro-extraño-cobarde-imperfecto (creep), se confiesa cantando y del que, paradójicamente, también hace 30 meses que huyo.

Yo también os he echado de menos. Vengo para quedarme. Ha sido una viaje largo pero ya estoy aquí. No tengo intenciones de volver a marcharme.
Todos me sonríen y abrazan. Se alegran de verme. Yo también me alegro de vivir para contarlo. Y contando y cantando habré de seguir en este espacio -controlado-  por todo el tiempo que me sea posible. Por todo el tiempo que me sea posible en este espacio, reducto último de mi mundo de fantasía.

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