sábado, 9 de octubre de 2010

Dícese de...AMOR





Escribe sobre el amor, escribe sobre el amor. Me lo pedía con sus preciosos ojos color aguamarina muy abiertos, la piel morena tersa, los rizos negros suspendidos en el aire. ¿Qué es para ti el amor? ¡Escríbemelo! Me lo pedía como pide el niño una espada en la feria, como la enamorada un beso a su amado. Era mayor que yo pero de tan bella, el tiempo parecía haberse detenido a anidar en el cuerpo que habitaba. Y con el entusiasmo de un infante reclamaba su definición. Me hizo sentir vetusta, placenteramente vetusta. Sonreí levemente y quise contestar ¿Y tú me lo preguntas...? Transformada, de este modo, vejez en caballerosidad, habría sumado el papel de galán al de vieja y joven que ya albergaba al acercarse la mujer a mí. Constante la búsqueda de la polifonía una vez asumida mi dolorosa condición poliédrica.
Conduzco con la radio encendida. Cambio de emisora y acelero, llego tarde a una cita importante y el tiempo apremia. La lluvia golpea, como enfadada, los cristales y yo, desde dentro, acelero y cambio de emisora. Extraño en mí, me detengo en una donde no se canta y escucho lo que dice una mujer. Otra mujer. También joven, joven de voz en esta ocasión, si me permiten. Elvira. Dice Elvira que no se puede vivir de la literatura a no ser que se venda mucho y que ella sobrevive de impartir talleres, de presentaciones. Habla, además, de la importancia de cultivar una voz propia. En literatura todo está ya hecho, podemos experimentar pero hasta qué punto estaremos innovando...es ya otra cuestión. Me alivia leer eso: Elvira dixit. Cita a Umbral: "Cada uno escribe los libros para los que tiene pluma". Me siento de camino a casa, como tantas otras veces y lo corroboro mirándome los pies y recordando los zapatos de rubí de mi amada Dorothy.

Desde mi voz, amada tú también,  niña de los ojos del color de la aguamarina, te voy a contar qué es el amor. Te lo estoy cantando ahora si es que posees la suficiente agilidad lectora como para que aún suene la canción que encabeza éstas mis palabras de hoy. Te lo canto así porque ayer me fue a mi cantado. Alabo las cualidades de los demás a veces por encima de las mías. En el mundo que pueblo esto es juzgado como negativo y se etiqueta como "falta de autoestima", como si acaso anduviésemos faltos de estimación propia. Yo bendigo mi capacidad para maravillarme con las virtudes ajenas y siempre acaba llegándome, en compensación a mi buena voluntad, un poco de todas ellas, como si atrajese de todo cuanto deseo y celebro, unas gotas para mi afortunada existencia. Ayer felicité a Odiseo por su capacidad de dar en cada instante con la canción capaz de condensar y encerrar, en sus escasos minutos, mundos enteros. Y por la tarde, mientras aceleraba y cambiaba la emisora de la radio, me fue regalada -además de la invitación de Elvira a encontrar y respetar mi voz literaria- la reveladora canción que presenta lo que hoy tengo que decir: Mi primer encargo.

Dios es Amor.

¿Y qué es dios?, preguntaría entonces la dulce niña adulta con los ojos cada vez más abiertos. No tendría yo entonces el valor de responderle que dios es simplemente Amor.

De pequeña nunca podía dormir. Me aterraba el momento en el que se iban y me dejaban allí sola. La habitación duplicaba su espacio y la oscuridad me encharcaba los pulmones. Empecé a leer por eso y por eso también, a disfrutar que me leyeran cuentos. Era mi modo de retener al otro, de que no me abandonara. En los cuentos que a mí me contaban había una muchacha que fuera por la razón que fuese, sufría. Daba igual que viviese en un palacio o en el campo, que fuese princesa u hortelana, rubia o morena, que contase con el amor de los suyos o que fuese la hijastra de la más malvada del lugar. Sufría en todos los casos. Ninguno de esos cuentos te explicaba el motivo de la angustia, sólo que le nacía en el pecho y que desaparecía cuando entraba en ecena el príncipe. En esto había más consenso: El príncipe -que siempre es de origen privilegiado-  nunca es protagonista ni tampoco sufre. Su aparición, siempre en la parte final,  es secundaria y no tiene otro fin que restaurar felicidad y amor en el  corazón de la joven. Y así es.  Veni, vidi, vici. Después llegó la adolescencia y mis caderas comenzaron a ensancharse mientras mi pecho crecía y mi cara se llenaba de espinillas (¡Viva la revolución hormonal!) No crean que abandoné entonces los cuentos. Los cambié por películas. Hollywood es una industria prolífica. Y más de lo mismo. Ahora me doy cuenta de que llevo veinte años esperando en la ventana de mi apartamento de Los Ángeles a que Richard Gere trepe por la escalera metálica de incendios con una rosa en la boca mientras suena La Traviata. Y hace veinte años que creo que el día en que mi pareja muera, más allá del amor, lo hará también por y para salvarme y entrará en el cuerpo de una médium negra para amarme una ultima vez. Y si me asaltan las dudas, arrastrará una moneda deslizándola por la pared y yo la veré avanzar hasta mí, flotando en el aire y sabré para entonces que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomado ya la fe por presupuesto.Lo importante parece ser que me crea que tengo que ser rescatada, que no seré completamente feliz hasta que no llegue el príncipe y me bese. Pues bien, como cuentos han estado bien, mejor como fantasías, pero en absoluto se corresponden con la realidad. No hay nada ni nadie ahí fuera que me vaya a dar algo que yo no tiene ni para sí. No hay nada ni nadie ahí fuera a quien yo pueda dar lo que no poseo. El amor que nos han contado proporciona una felicidad impermanente, que fluctúa, que sube y que baja, que viene y que va. Esto pasa siempre que busco fuera de mí porque la realidad que habitamos es impermanente, todo -absolutamente todo- se acaba en un momento dado. Antes o después hasta yo misma me agotaré. No olvides nunca que hoy puede ser el día de tu muerte.

El día en que yo muera todo pasará. Cielos y Tierra pasarán. Aquí quedará mi cuerpo, mi trabajo, mi descendencia, todas mis posesiones, mi fama, mi obra, mis amantes. ¿Qué trasciende? Mi pregunta hace el silencio en su sala y sus rizos, suspendidos en el aire, intentan conectar con esa parte que nos habita y que estaba ya antes y que estará después. Loq ue nos conecta a todos como células de un mismo organismo, lo que me hace identificarme contigo porque -aunque seas mi enemigo, me contradigas o me dés tormentos- eres la misma cosa que yo.

El Amor estaba antes de que llegásemos y estará cuando todo lo que conocemos haya desaparecido. El Amor es el Halo (de bondad) que tenemos dentro, bajo tantas capas de ira, de miedo, de celos, de apego. Soy consciente de que muchas personas nacen y mueren sin haber nunca contactado con eso que yo llamo Amor pero si tú alguna vez lo sentiste, si fuiste capaz de perdonar a quien te había ofendido, si pudiste seguir amando a quein decía no amarte, si la felicidad de otro alimentó la tuya propia, entonces sabes de lo que te hablo.

Sólo hay Amor, Silvia. Nada más. Te repetiré hasta el día de mi muerte que todo lo que no es Amor no es sino perturbación mental. Y te diré que te estimo profundamente, que te quiero qué coño, aunque nunca trepes por mi escalera con una rosa entre los dientes mientras suena La Traviata.

1 comentario:

Silvia dijo...

i just can say. That is perfect..Continuo buscando...Continuo yendo hacia el horizonte.., aún sabiendo que nunca podré llegar, sabiendo que cuando me esté acercando éste siempre siempre se me volverá a escapar...Hasta que comrpenda que allí, en el horizonte, no está mi tesoro, allí no me espera nada, Hasta que comprenda que los tesoros los encontré en el camino...Pero quiero seguir mirando al horizonte..Sólo eso me hace seguir caminando....