viernes, 26 de noviembre de 2010
A dios
G.Mahler: Symphony No. 2 in Do menor "Resurrección"
Muy virtuoso señor:
Hoy quiero hablarte, de nuevo, de resurrección. De la liberación a la que nos acercan ciertos adioses. De mi miedo a las despedidas. De la superación de los miedos. De la liberación que trae consigo. De las inevitables corrientes de los cauces de los ríos, que corren y descienden, sí, inevitables, hasta el mar. Pero uno no puede haber estado preso si no hubo una cárcel previamente. Sin cuerpo no hay delito, corpus delicti, se sobrentiende, y yo no quiero culpar a otros de mis cautiverios. La mayor parte de las veces somos cautivos de nuestras propias pasiones; siempre esclavizados por el ego. Pienso de pronto: Cárcel de amor, Diego de San Pedro. Año de publicación de la obra, 1492, comienzo, "muy virtuoso señor". Abro al azar el libro desde la web virtual del Instituto Cervantes y aparezco en el capítulo "Prueba por ejemplos la bondad de las mujeres". De nuevo dejo al azar, sin fijarme en las letras, que elija párrafo.
Penélope fue mujer de Ulises, e ido él a la guerra troyana, siendo los mancebos de Ítaca aquejados de su hermosura, pidiéronla muchos de ellos en casamiento; y deseosa de guardar castidad a su marido, para defenderse de ellos dijo que la dejasen cumplir una tela, como acostumbraban las señoras de aquel tiempo esperando a sus maridos, y que luego haría lo que le pedían. Y como le fuese otorgado, con astucia sutil lo que tejía de día deshacía de noche, en cuya labor pasaron veinte años, después de los cuales venido Ulises, viejo, solo, destruido, así lo recibió la casta dueña como si viniera en fortuna de prosperidad.
Me maravillo. La bondad de las mujeres ante los hombres que la Historia eligió para ellas. Todas, sin excepción, mujeres mal queridas. El azar me trae al matrimonio de Ítica, otra vez.Yo nunca anduve cerca de este mito, ahora puedo ver Verdad, yo no he vivido sino entre tinieblas los últimos años. He habitado la demencia, querida demencia. Muy virtuoso señor.Ahora me despido, estoy en condiciones de hacerlo. Me despido no sólo de Ulises y de Penélope, sino también de la falta de espacios, de los pasillos angostos, del exceso de dióxido de carbono, de las camas de hospital. Me despido de la cobardía que me llevó al cobarde, del temor que me condujo al atemorizado, de la enfermedad que me postró ante enfermo. Me despido de mi pulsión de muerte. Freud, llévatela.Ya no la necesito.
No miento si confieso que buscaba degollarte el día en que rajé mis blancas carnes. Si fue solo símbolo de mi maldad, fue símbolo sangrante. Ya es suficiente: Expiada soy.
He estado ahí, en el indeterminado vacío de la maldad,tanto tiempo condenada, que pensé que nunca regresaría. Intenté escapar tantas veces, todas sin éxito, que ya pasó tiempo desde que me había dejado abandonado a mi suerte, como la mal querida Ariadna en la isla de Naxos. Más mito, mito que todo lo explica y destripa.
Me paro en seco. No siento en la nuca el aliento del dragón de ojos azules que es el miedo. Me doy la vuelta y veo el lugar vacío, rotos los barrotes. Me maravillo.
Adiós. Adiós para siempre, muy virtuoso señor.
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