domingo, 14 de noviembre de 2010

Reflexiones acerca de la pusilanimidad: La ley de Coulomb.


El hombre blandengue- José Luis Cantero "El Fary" DAP



No os he negado los más de 30 meses de demencia enredada en una historia de columnas salomónicas, volutas, superficies cóncavas y rosetones. No os he negado los más de 30 meses enredada, como si de una tela de araña se tratase, en una historia de planta elíptica y techos abovedados. Siempre victimizada, he pasado de Penélope a Ratita y de Ratita a Cenicienta. No maldigo el cautiverio ni la opresión de las cuerdas que han amoratado mi piel porque fueron ellas las que me obligaron a empezar a tejer para liberar los nudos. Y porque empecé a tejer, narro y soy un pez que ya boquea porque sabe cerca el mar, donde vuelve camino a casa.
En esta continua metamorfosis de mi demencia siempre me reservo el papel de víctima, la careta doliente, pero es que ciertamente he padecido rechazo y negación a partes iguales. Hay en esta demencia macabra una fuerza electromagnética por frotamiento que nos mueve , que activa nuestros campos de electricidad estática para convertirnos en objetos. Los objetos cargados con carga del mismo signo, se repelen. Los objetos cargados con carga de distinto signo, se atraen.Las cosas son lo que son, casi nunca las hacemos nosotros. Tomamos decisiones sobre ellas pero casi nunca las hacemos. Sin embargo, nosotros nos hemos atraído porque hemos fingido ser lo que no somos. Pero según nos vamos acercando y los ropajes van cayendo y las ciudadelas amuralladas cediendo, resultamos algo tan igual ente sí que la náusea no se hace esperar. Automática es la repulsión, no hay lugar para la duda.
Porque hace unos días esta verdad me fue revelada, tan largo tiempo he necesitado, los nudos se han aflojado y he asistido al expirar. Ya pasó. Aprovecho el luto para hacerme verdugo. ¿Cuándo soy yo la que rechaza y niega al otro?
La primera vez que vi al amigo Fary hablando sobre el hombre blandengue, reí sin más. Mi liberada parte masculina me permitió reirme de la la mujer que soy. Sin embargo, cuando hace unos días intenté bailar con un ratoncito con el que no más logré si acaso pisarle los pies, entendí que hay en mí algo de Fary. Con la inestimable ayuda del felino del capítulo I, que tiene más de humano de lo que él quisiera, lo identifiqué como el "hombre pusilánime" y ahora sé cuánto detesto que intenten agradarme,que me abran la puerta del coche, que me digan extrañar mis besos habiendo probado s(ó)lo el primero, que me cedan el paso a la entrada de los edificios oficiales, que me den masajes en los pies cada día lectivo al volver de trabajar, que me expriman el zumo en los desayunos de invierno. Los mejores hombres con los que me crucé, sin lugar a dudas,  fueron de este tipo pero los rechacé a todos inequívocamente. Todos ellos contienen la sumisión que los carga de mi misma carga y que hace inevitable la repulsión. Y los detesto como otros me detestan a mí.
Es la ley de Coulomb. Amén.

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