lunes, 29 de noviembre de 2010

La purga de Mateo


Misstress Barbara - Dance me to the end of love DAP




Dejaba de fumar el día en que nos citamos, una talla pequeña que pronto perdería. Otra vez. Otra cita, otro intento. Algo nuevo que hacer con mi inquieta mandíbula. Eras grande y del norte, pasaporte directo a mi corazón. Nos citamos en María de Molina, ya sólo me quedaban dos de las cuatro muelas del juicio. La vida tiene cosas así. Anduvimos sin pausa, horas, tomamos algo. Y mi deseo de fumar, acrecentado con el tuyo que te sumaste al reto (motu proprio), no cesó hasta que nos besamos en aquel banco de madera orinada a la salida de Avenida de América, junto a la parada de taxis. Era septiembre.
Recuerdo tu casa en Nuevos Ministerios, tus dos compañeros, los tupper de tu madre cargaditos de productos cántabros, mis ensaladas de pasta. Los bollitos de la Pantera Rosa que te compraba para merendar. Mi eterno deseo de dar de merendar a los chicos con los que salgo. Recuerdo los cafés en Orense, mi bautismo como "miss" que -como aquél que dice- acabo de abandonar,tus camisetas a medio doblar en el armario, la vez que fui a buscarte a la oficina. Arturo Soria. Castellana abajo, dejando a un lado el Santiago Bernabéu. Cuánto me gustaba verme a tu lado, minifalda vaquera talla 36, botas altas.
No he querido olvidar mis negativas a dormir en tu cama, a que pagaras mi taxi con cargo a tu empresa, mis complejos de inferioridad, tus eyaculaciones precoces. No he olvidado tampoco nuestra falta de compenetración en todo lo demás. Tu mal intento de dejar de fumar sólo porque lo hacía yo, tu sentimiento de culpa en cada resaca, tus ganas de desfase, que se te rompían cada vez que me mirabas darle vueltas al poleo-menta que enfriaba las tardes de domingos que iba a visitarte. Tus ojos (poli)intoxicados suplicando un espejo menos virtuoso en el que reflejarse.

Recuerdo con especial viveza la última vez que me acompañaste a la parada del autobús. Supe que se acababa de romper todo. No hubiera funcionado de ninguna de las maneras pero yo estaba tan cansada ese año de decir adiós que me vine abajo. Me deshice bajo la lluvia, otra vez Arturo Soria, mientras me preguntaba cuántas veces más tendría que seguir despidiéndome y me sentí tan sola, tan pequeña y tan abandonada que aún no logro explicarme como aquella noche logré regresar a casa.

Sigo sabiendo de ti, sé que retomaste la carrera. Sigues en la misma casa, los mismos compañeros, la misma música, las mismas piernas de futbolista, idénticos ojos trasnochados. Aunque haga más de cuatro años que no te los vea. Te fuiste al poco de que yo tomara el último autobús en tu vida. Te fuiste sin tormento como sin tormento habías llegado.

Y ahora, Mateo,yo te bendigo y te dejo ir en paz.

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