martes, 31 de agosto de 2010
Lo peor del amor es cuando pasa, cuando al punto final de los finales no le quedan dos puntos suspensivos...(J.Sabina)
-Padre, ¿usted cree que yo he sido feliz alguna vez? pero feliz de verdad, desde los adentros...
Preguntó, desesperada, entre sollozos que le ahogaban el pecho. Se le había olvidado todo de golpe. Como si sus pozos fuesen más profundos que los pozos de la gente normal.
Necesitó el padre un tiempo injustificado para contestar pero contestó."Por supuesto que te recuerdo feliz. De hecho eres la persona más al margen de la infelicidad que conozco. Siempre serás una persona ajena a la disputa y en busca de su equilibrio..., eso pienso".
Fue suficiente. Volvió la luz a sus ojos; la sonrisa, grande y abierta, al rostro. A veces perdemos la percepción sobre quiénes somos, de todos y cada uno de los que somos (quienes somos más de uno). Y entonces, sólo volver a nuestra última referencia, a la última o a la más fuerte, es lo que nos vuelve a reubicar."(re)Calculando ruta".Bendito sea el pasado que bendito fue.
Pero no somos pasado. Somos el tiempo que nos queda, creo recordar.
Mateo 5, 14-16. Me lo envió anoche una amiga para parodiar mi parte más espiritual -que ha empezado a ser necesariamente modificada- sin saber que con ello sólo me decía más verdad:
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres para que vean vuestra buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.
Yo no me creo nada, soy la que soy, pero tampoco puedo apagar lo que de amor hay en mí. Puedo, en cambio, a cambio, tenderte la mano y decirte gracias, perdóname, te quiero.
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