jueves, 23 de septiembre de 2010

otoño

No sé si irme con mis hermanas a Francia, desde Vitoria estamos a tiro de piedra.

Ya no escuchaba más acerca del dilema en que su amiga se encontraba. Estaba en un coche, asiento trasero. La ventanilla bajada y la cabeza fuera. El aire, ensordecedor y salvaje, parecía no sentarle bien del todo pero permanecer dentro era áún peor. Su estómago se retorcía bajo capas de piel, grasa y músculos y parecía querer abandonarle el cuerpo. Apenas tenía fuerzas de abrir los ojos y la boca, seca, sólo alcanzaba a murmurar un quejoso padrenuestro. En lo que concentraba su mente en las consabidas palabras, una tras otra, seguidas y ágiles como cuentas de rosario en manos gráciles, sentía la naúsea habitándo en sus entrañas. Y lloraba. Lloraba de malestar, de dolor, de rabia. De impotencia por haberse dejado conducir al otro lado de la frontera por un completo oligofrénico. No todo el mundo que conduce necesita conducir bien (el arte es sólo don de artistas) pero sí cualquiera que pretenda cruzar los Pirineos ha de saber, cuanto menos, el modo correcto de tomar una curva: frene, decida, gire y espere.
Al aproximarse a una curva, fíjese en la señalización para obtener información (sentidoy velocidad permitida). Observe además, otros datos fundamentales como el tipo de curva, su visibilidad, radio, peralte, estado de la calzada, etc, que le permitirán tomar las decisiones más adecuadas para tomar la curva con seguridad. Siga estos pasos:
-FRENE:
Cambie a una relación de velocidad más corta si fuera necesario y siga frenando hasta conseguir la velocidad más adecuada (todo esto antes de
tomar la curva, un lema dice que a la curva hay que llegar “con los
deberes hechos”).
-DECIDA LA TRAYECTORIA:
Que va a seguir, tomando como referencia los tres puntos imaginarios de giro, contacto y salida.
-GIRE EL VOLANTE Y ESPERE:
Observe cómo se comporta el coche, cómo se apoya y cuando vea la salida de la curva, acelere suavemente.
-EVITE FRENADAS BRUSCAS:
O aceleradas bruscas dentro de la curva
-DEJE RESERVA:
No circule al límite de la velocidad (puede surgir un obstáculo o resultar una curva más cerrada de lo previsto); ni apure el espacio disponible (no invadir el carril de sentido contrario) en los puntos de contacto.


Pero qué rayos hacía montada en ese coche. La cabeza, cada vez más confundida con el paisaje huidizo del otro lado de la ventana. Las lágrima -tan impotentes como soberbias-, arrancadas por el viento sin compasión de sus escondidas glándulas cansadas, lacrimales. La boca contraída y maldiciente: pero qué coño hago yo montada en este puto coche.

De repente siente una mano suave en su muslo. Caliente y tímida, que no se atreve a molestar, ignorante del ataque de ira que ese muslo está viviendo también sin saberlo. Es apretada con delicadeza tierna la muchacha de histeria imperceptible. La cabeza vuelve al interior del vehículo y se gira. Ve dos ojos que le han parecido marrones hasta ese mismo día en que se le iluminan con el verde sucio de las hojas de los árboles caducos al comienzo del otoño. Hoy ha entrado el otoño y ella, nostálgica, se está preguntando cómo pueden ser tan hermosos los ojos del color de las hojas sucias...

Ya no está de camino a ningún sitio. Ya no hay curvas ni lugar al que dirigirse. Se ha quedado en sus ojos. Y sólo entonces ha entendido por qué aquella mañana se subió al coche.

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