martes, 28 de septiembre de 2010
In memoriam
DAP
Por el apellido lo reconocí. Su padre daba clases en mi facultad aunque nunca me las diera a mí. Optativas, libre configuración: cosas que pasan. Después vino el accidente, el luto. Un coche demasiado potente, un camión mal situado. O un camión, simple y llanamente, y un coche demasiado potente. Cosas que pasan.
"Es la nueva profesora de Historia. Está licenciada en Filología. Aprenderéis mucho con ella".
Cerrada la presentación, en los oídos del joven sólo resonaba la filología, como un eco paranoico. Fingió tener que sacar punta, seguramente fingió, y se me acercó hasta la altura de la papelera: ¿Dónde estudiaste? Encontró la respuesta que buscaba y me miró con los ojos de un matemático fugado al infinito.
Por el apellido lo mandé salir al encerado. Debía exponer un tema previamente preparado. El arte renacentista del Quattrocento italiano. Cada chaval le da su estilo a esta práctica. Tardan poco en ser distinguidos tímidos, espontáneos y osados. La gran mayoría cose la vista a los renglones cuadriculados de los cuadernos de pago y lee monótonamente aburriendo al resto. No les exigimos (aún) motivar al alumnado, así que está bien así.
Cuando le toca el turno a nuestro muchacho también lee. Pero hay en él rasgos distintivos; como en los fonemas que enseñaba su padre. Mete una mano distraída en el bolsillo mientras habla, parece querer dar pasos cortos por el aula, escondido tras las mesas de la primera fila. Modula la voz, la adapta al contenido de sus palabras. Modela el discurso sin cincel ni gradina; viene provisto de herramientas como si hubiera nacido así, con un regusto docente.
Tienes estilo de profesor, le digo. Levanta la cabeza y me mira, iluminado: Quiero ser profesor, contesta. Los ojos grandes, las cejas arqueadas, la sorpresa por mi adivinación en su gesto. Le miro encharcada en ternura. Baja la cabeza.
Deseo decirle que su padre estaría orgulloso de él. Pero sólo alcanzo a darle, sonriente, las gracias.
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1 comentario:
Quizás dentro de unos cuantos años en la retina de los afectos de ese muchacho, que ya no lo será, aún perdure un eco de tus palabas y tu sonrisa. Y eso será mucho...
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