lunes, 27 de junio de 2011

Una de las tres joyas.

                                                                                  *                                          

- Qué pelo rubio tan largo y tan bien peinado ¡Parece una peluca! Aquí no le durará mucho, una lástima, pero a mí me pasó lo mismo.

 La mira con la distancia a la que obliga el desconocimiento y se siente mona babuína -de las del culo rojo, para quienes me quieran imaginar- observando a la nueva mona llegada a la jaula. No son celos, no es miedo, no es deseo de acercamiento y, sin embargo, es una mezcla de todo lo anterior.

 Será la noche quien las haga coincidir, cada una en una litera, ambas en la misma habitación comunitaria de las que vienen a trabajar, de las que saben que para poder recibir algo, algo hay que dar primero.
 Allí en la ventana, un gato negro, lastimero, reclama alguno de los méritos de la vida que esta vez le tocó vivir, de gato, y que en ese centro -ni con budismo ni sin él- nadie parece querer o poder atender. Será así, entre vidas de gato, que ellas empiecen a hablar y dejen  entonces de ser babuínas para metamorfosearse en dos encendidas cotorras. Podrían ser dos cotorras de cualquier país latinoamericano, es lo suyo, por ejemplo Brasil, dicen que allí son verdaderamente hermosas. Pero no, ellas van a ser ahora dos de las llamadas cotorras del Himalaya  (Psittacula himalayana) que habitan el sur de Asia, que para eso es un centro de budismo mahayana  lo que acaba de cruzar la delgada línea del destino. Son bien llamativas estas cotorronas y tanto es así que tienen que acabar mandándoles callar los nudillos de otras habitaciones, resonando en la inmensidad oscura del pasillo.
 Hablan tanto nuestras amigas que no necesitan más para darse cuenta de que comparten el mismo sentir y similar trayectoria de vida. Sufren de auténticos ataques de risa cada vez que una dice algo y la otra le responde con un anda-ya-eso-sí-que-no-me-lo-creo-en-algo-nos-tendremos-que-diferenciar. Tras una semana indagando, el juego ha empezado a ser el de "vamos a buscarnos la diferencias". No es tarea fácil pero, obviamente, encuentran diferencias que, como todo, haberlas haylas. Sin embargo, mentiría si os dijera que hoy, apenas transcurrida una semana, me acuerdo de alguna de ellas. Así que tendremos que dejar que sigan avanzando los capítulos, para los que tuvieran (o tuviesen) curiosidad.

 Agradezco a los Budas la aparición de Macarena, una gran mujer que deja de ser mujer para ser simplemente una gran sonrisa. Encontrarse con ella es como haberse encontrado una sonrisa gigante ahí olvidada en la calle, esperando a que venga el autobús. Sonrisa erguida, con dos brazos, dos piernas y una gran melena rubia, eso es Macarena. Sin dobleces ni medias tintas, con la traqnuilidad que te da conocer a aquellas personas que no sólo no niegan sus perturbaciones mentales sino que andan en la manera de batallar sin descanso contra ellas. Así da gusto. Con razón la Sangha es una de las tres joyas. Y en ésta, en particular, es un placer refugiarse.

* En el budismo existe un eje rector que le da estructura a toda la filosofía. Es llamada la Triple Gema y está compuesta por tres conceptos: Buddha, Dharma y Sangha (El que despertó, la enseñanza y la comunidad).La Triple Gema o Joya es donde todos los budistas buscan refugio, no en el sentido de protección, sino en el sentido de sabiduría.

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