viernes, 10 de junio de 2011

Vida de gato

 Esta mañana lo he visto claro cuando ha cruzado la vía como alma que lleva el diablo. Lo primero que quise hacer fue asustarme y achacar la visión a mi perturbada mente estival. Después, me hice carne, salí de la mente y se me ocurrió fantasear con que necesariamente tenía que ser una rata del tamaño de un Miura. Para cuando mis ojos lograron hacerse notarios de la escena, ya lo había visto claro.  Era un gato, un gatazo rayado y milagrosamente grande para andar deambulando a esas horas por las vías del tren, para ser callejero.
 Mirarlo y recordar, ha sido todo una. La plácida soledad, el lomo fibroso, la esencia del reptil enquistada en las entrañas. El lento pasear temprano, mortal de necesidad a la noche. El miedo a todo lo que, sin ser él, se mueve alrededor. Las horas lentas bajo los coches. El sabor de la comida de los cubos, que ya no se va en todo el día del acartonado hocico. Las burlas de los dueños de los acomodados perros. Las patadas a esquivar. Las piedras certeras que no se esquivaron.
Y he sentido cargar sobre mí todas las desdichas de la vida del gato. Y me han dolido como mías. Mientras su rabo se alejaba, vía arriba, en dirección contraria a la marcha del desgastado tren de cercanías.

Y me pregunto por los días en que no pude refugiarme de la lluvia o por aquéllos en que tuve que cerrar los ojos sin haber encontrado algo que calmara el hambre. Me pregunto por los pucheros que llené por liebre, por las carreras que me salvaron, acaso, alguna de las 7 vidas que se me atribuyen. Y qué de las fobias que en tantos desperté, de los malos sueños, de la mala suerte. El carácter huidizo. La escasa relación con los compañeros. El sigilo. La observación, distante y concentrada. El parentesco con Lucifer. El mal papel que nos reservó la historia occidental moderna, pasado el esplendor egipcio.
Y ya no me cabe ninguna duda porque acaba de pasar antes mis ojos. Yo, en otra vida, fui un gato callejero.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Por fin se ven cosas que no son tonterías y van destinadas para algo, eso es autogenerarse como otro ser, y si no tienes la mente de renuncia, es mas importante hacerlo como un ser inferior, que como una deidad, creo que esto lo leí en; camino gozoso de buena fortuna.

Querida Demencia dijo...

Vaya!!! Pues qué curioso que compré ese libro hace años, aunque aún no empecé su estudio.
El venerable Gueshe Kelsang Gyatso.
Me habrá calado de tan preciosas enseñanzas que contiene.
Infinitas gracias.